dilemas morales

Confidencias de un Senderista

Acabo de encontrar este comic circulando por las redes, cuya difusión se vuelve un imperativo moral. Descarguenlo haciendo click en la imagen.

La historia estaría basada en un relato real de Jorge Cañari Vásquez, ex-senderista, de quien sólo he podido encontrar en la web un par de referencias de Ideele como un preso senderista que fue eventualmente amnistiado. Al margen de su carácter real o ficticio, la historia destaca por su crudeza y realismo, enfrentando al lector ante circunstancias que parecen moralmente insalvables, como la que se puede apreciar en la siguiente página, así como de una gran perspicacia a la hora de plasmar el ánimo de los personajes:

No sólo queda establecida la crueldad y prepotencia del grupo terrorista, sino también el estado de precariedad en que se encontraron muchos ciudadanos, que se vieron obligados a ser senderistas por la fuerza. ¿Merece, pues, una persona abandonada por su Estado y sometida por la fuerza a una organización terrorista la muerte, sin más, como un terrorista más? ¿Eran todos los senderistas malos?

El autor del comic es Luis Baldoceda, y fue hecho en 1989.

Top 13 de entradas de Los sueños de un visionario en el 2011

Al igual que en el 2009 y en el 2010, presento las que considero son las mejores entradas del 2011 en este blog. A diferencia de años anteriores, será un top 13 y no un top 10. Para el próximo año no espero muchos cambios en la forma de Los sueños de un visionario, mas sí un incremento de entradas más elaboradas, como complemento de las meramente expositivas. Como se apreciará, la presencia de Immanuel Kant en este blog ha sido rivalizada (o, más bien, complementada) por la del gran escritor ruso Fiódor Dostoievski. Sin más, veamos qué tenemos.

13. ¿Nada más que dos artículos de fe?

El blog (o sea, yo) se enriqueció ilimitadamente con una lectura más atenta de la crítica de la razón a sí misma que llevara a cabo Immanuel Kant, lo que, a su vez, permitió profundizar en el problema metafísico que significa fundamentar la moral.

Ver también:

Prácticamente libres.

Dos tipos —muy distintos— de idealismo, de acuerdo a Kant.

12. La felicidad del perro.

La concepción de felicidad aristotélica aplica a la especie canina. Un argumento a favor de por qué la felicidad es una idea filosófica (y no una descripción de nuestra actividad neuronal).

Ver también:

La virtud del pueblo japonés.

El concepto de eudaimonía de Aristóteles: Una reformulación.

El deber en la ética de Aristóteles.

11. ¿Por qué no matar a la vieja? (o una entrada sobre los imperativos de la moralidad)

Una entrada basada en el problema fundamental de Crímen y castigo. En retrospectiva, el problema tiene más potencial, y la entrada no le hace del todo justicia. Es, además, uno de los tantos intentos de juntar a Kant con Dostoievski.

Ver también:

¿La religión dentro de los límites de la mera razón? Un diálogo entre Kant y Dostoievski.

10. Play the game.

Una breve pero estética entrada donde complemento la presentación de un problema ético con una canción.

Ver también:

Music and Life.

Mona Lisas and Mad Hatters.

Lou Reed define el amor.

9. La religión dentro de los límites de la mera razón, partes I y II.

Finalmente este año se le empezó a hacer justicia en este blog a la crítica ilustrada de la religión que lleva a cabo Immanuel Kant. Más que un despecho absoluto, en realidad Kant tenía un profundo respeto por la religión en general, y la cristiana en particular; en tanto estén al servicio de la moralidad, claro, constituyen precisamente su más profunda expresión.

Ver también:

Jesús de Nazaret, una mera interpretación racional.

Un ejemplo de fe beatificante (y otro de fe de prestación).

8. El liberalismo político y la regulación de los medios de comunicación (o sobre una de las consecuencias más audaces del primer principio de justicia de John Rawls).

Este año la coyuntura política peruana fui incluso más controversial de lo común, y este blog no fue indiferente.

Ver también:

Once motivos por los que votaré por Gana Perú en estas elecciones.

No a Keiko.

Cristo sedado.

7. Immanuel Kant sobre el libro de Job (o una interpretación auténtica de la existencia del mal).

La Ilustración no rechaza la religión, sino que explicita el orden moral que le es propio. Una lectura crítica de la Biblia encontrará dentro de esta misma los principios hermeneúticos correctos para su lectura, o algo por el estilo…

Ver también:

Breve comentario al comentario de Erich Luna sobre el libro de Job (o sobre los límites de la teología).

Sobre el conocimiento propio de la metafísica (o una justificación ilustrada de la Biblia, por si alguien la pidió).

6. ¿Qué es Dios? Una concepción existencial, mística y práctica.

Erich Fromm fue fundamental en los primeros meses de este año para empezar a darle forma a mis investigaciones kantianas, que ciertamente se enriquecieron del psicoanalista y tomaron un matiz más personal y profundo.

Ver también:

Una definición ética de la racionalidad¿Es posible una fe racional en el progreso de la humanidad?

5. La necesidad de la idea de Dios, y una —¿verdadera?— declaración de amor (o una entrada doble sobre Los hermanos Karamázov).

Supongo que uno puede marcar varios antes y después en su propia vida. Uno que se me ocurre está marcado por mi lectura de Los hermanos Karamázov, de Dostoievski, en mi humilde opinión la mejor novela jamás escrita. Su influencia en toda la modesta filosofía producida aquí es evidente, y lo seguirá siendo.

Ver también:

Amor humilde.

El superhombre de… Dostoievski.

4. El agnosticismo (o sobre la posibilidad de la existencia de un ave reptil gigante que controla todo).

Nadie trata problemas morales de forma tan penetrante como Trey Parker y Matt Stone. Ya era hora de que el agnosticismo sea ridiculizado como una posición intelectual en sí misma vacía.

Ver también:

Super Mejores Amigos.

¡Feliz día de San Pedro y San Pablo!

Do’s and don’ts of Reason (o cómo usar bien nuestra racionalidad).

3. ¿Qué es el corazón? (o sobre el misterio en la ética de Kant).

Esta entrada marca el inicio, propiamente, del tema que me ocupará buena parte del próximo año, en el que concluiré mi tesis de Maestría sobre el mal radical en la ética de Kant. Un aspecto descuidado, el corazón en las obras sobre ética de Kant delimita el lugar donde colindan la razón y la sensibilidad, y que nos resulta en última instancia insondable.

Ver también:

¿Qué es la verdad? (o sobre la existencia de una ley moral).

Deontología del corazón.

2. Ideas dobles (o sobre lo insondable en las propias motivaciones).

El príncipe Myshkin, encarnación del ideal de moralidad de Dostoievski, no podía faltar en este Top 13. Si bien meramente expositivas, las entradas basadas en sus ideas constituyen buena parte de la carne de este blog este año que se acaba.

Ver también:

La aniquiladora crítica al catolicismo del príncipe Myshkin.

Las cuatro historias del príncipe Myshkin: una «refutación» del ateísmo (o sobre lo que es propio de la religión).

1. Lawrence of Arabia: la historia de un profeta moderno.

Ya estaba presente tan pronto como en febrero la semilla de lo que significaría el problema fundamental que finalmente será el centro de mis investigaciones filosóficas para el año que viene (así como de mi tesis de Maestría), y que se  ha vuelto explícito en el último mes. me refiero a lo insondable de las motivaciones humanas y cómo puede encajar esta esfera inevitablemente existencial, donde habita una experiencia profundamente religiosa en una teoría ética sostenida en la racionalidad.

Mención honrosa: El pisco sour ideal.

¿Qué es la verdad? (o sobre la existencia de una ley moral)

Pilatos le pregunta a Jesús: ¿Qué es la verdad? (Juan 18:36). Intenta, de ese modo, relativizar un absoluto: La injusticia que está por destruir a un hombre justo.

La tarea que lleva a cabo Immanuel Kant, su intento de fundamentar toda la moralidad, la diferencia misma entre el bien y el mal, pretende dar cuenta del contraste entre las palabras de Pilatos y la situación, a todas luces injusta, de la condena de Jesús. ¿Puede ser ese contraste explicado por la utilidad? ¿Por el balance de las características sociales (como la empatía) con las que contamos en tanto miembros de una especie meramente animal? Nos veremos obligados a responder que no.

Se sabe que Kant, a pesar del título de su famosa obra, Fundamentación para una metafísica de las costumbres, nunca llega a demostrar que exista efectivamente algo así como una ley moral que nos obligue categóricamente. Se limita, más bien, a explicar el funcionamiento de la voluntad humana si es que asumimos que existe una ley moral, en otras palabras, si partimos de aceptar que la moralidad es real y objetiva (Kant 2002: 138-139; Ak. IV, 444-445).

Kant llegará, en la misma obra, inclusive más lejos, al punto de afirmar que “cualquier esfuerzo destinado a buscar una explicación para ello [cómo sea posible la libertad, y por lo tanto, la moralidad misma] supondrá un esfuerzo baldío” (2002: 162; Ak. IV, 461). Su proyecto de fundamentación queda reducido a mostrar que la libertad de la voluntad humana es compatible con el mundo sensible sometido a leyes naturales deterministas.

Consciente de estas limitaciones, es que en su obra inmediatamente posterior sobre moral, la Crítica de la razón práctica, Kant se remitirá a señalar la existencia de la ley moral como un factum de la razón (2000: 98-99; Ak. V, 31). Desde un punto de vista meramente teórico, esto es insuficiente.

Probablemente el mejor argumento que pueda otorgarnos Kant acerca de la existencia de una ley moral esté en esta misma obra, justo antes de su apelación al ya infame factum, mediante un par de ejemplos (2000: 96-97; Ak. V, 30). Primero Kant imagina una persona lujuriosa, que afirma que, de verse visto frente a su objeto de placer (un prostíbulo), le sería imposible resistirse. Pero, pregunta Kant, ¿qué pasaría si al costado del prostíbulo edificaran un patíbulo para ahorcarlo en caso de que satisfaga sus deseos, inmediatamente después? Sería fácil aceptar que el deseo de seguir viviendo se sobrepondría a su lujuria y voluptuosidad; mas en este caso no hay moralidad alguna, sólo un deseo más fuerte que se impone por sobre otro más débil.

Siguiendo a Susan Neiman, concibamos el segundo ejemplo: un soberano le pide a uno de sus súbditos, con amenaza de muerte en caso de no obedecer, que brinde una falsa acusación a un enemigo suyo, un hombre a todas luces inocente.

En el primer caso, Kant cree que nos es fácil imaginarnos en los zapatos de aquel hombre. Pero a diferencia del primer caso, inmediatamente vacilamos: No podemos saber qué haríamos. Kant siempre enfatizó los límites del conocimiento, y una cosa que nunca conocemos con certeza es el interior de nuestras almas. Nadie es tan correcto como para estar seguro de no desmoronarse ante la amenaza de muerte o de tortura. La mayoría de nosotros probablemente cedería. Pero todos sabríamos qué deberíamos hacer: Negarnos a escribir la carta por más que nos cueste la misma vida. Y todos sabemos que podríamos hacer precisamente eso—por más que pudiésemos tambalear al final. En ese momento, nos dice Kant, conocemos nuestra propia libertad, en un suspiro de sobrecogimiento y asombro. No es el placer, sino la justicia lo que puede mover a los seres humanos a realizar acciones que puedan sobreponerse al más fuerte deseo animal, incluso el amor a la vida misma. Y contemplar esto es tan vertiginoso como los cielos que se imponen sobre nosotros: Con esta clase de poder, somos tan infinitos como ellos. (Neiman 2008: 81)

El conocimiento acerca de la existencia de la ley moral, o la consciencia de nuestra libertad, sólo puede captarse en el uso práctico de la razón, en el actuar. De ahí que Jesús no le responda a Pilatos con palabras, sino con su muerte.


Bibliografía:

KANT, Immanuel

Fundamentación para una metafísica de las costumbres. Traducción de Roberto Rodríguez Aramayo. Madrid: Alianza Editorial, 2002.

Crítica de la razón práctica. Traducción de Roberto Rodríguez Aramayo. Madrid: Alianza Editorial, 2000.

NEIMAN, Susan

Moral Clarity: A Guide for Grown-Up Idealists. Orlando: Harcourt, 2008. La traducción es mía.

Top 10 de entradas 2010

Al igual que el año pasado, me pareció pertinente recopilar las entradas más memorables de este humilde blog a lo largo del año que nos deja. Ya anuncié algunos ligeros cambios hace varias semanas, así que vamos directo a la cuestión:

Si bien me gradué el 2009, que esta foto represente el breve exilio, tanto como el retorno, de este bloguero respecto de la filosofía.

10. Pensamiento Homero.

Nunca falta algo de comic relief.

Ver también Independent Thought Alarm.

9. Un robot Descartes.

Algo que quiero hacer cada vez más es comentar obras de ficción, ya sean de literatura o cine, haciendo uso de conceptos filosóficos. Si bien esta entrada es sobre todo expositiva, demuestra lo bien que le sienta la filosofía a la ciencia ficción.

8. Palabras inmortales.

Esta entrada es breve, y consiste básicamente en una cita de la Apología. No obstante, la fuerza de la misma la coloca en este ranking sin dificultad alguna.

7. La virtud en Aristóteles, Kant y MacIntyre (cortesía de Allen W. Wood).

Una de las oposiciones más comunes en nuestras días, al hablar de ética, es la que se hace entre Aristóteles y Kant. No obstante, tal dicotomía es artificiosa y es una de las más excelsas labores de este blog colaborar a un mejor entendimiento del pensamiento de ambos autores.

Ver también:

Allen Wood y la nueva aurora del pensamiento ético kantiano.

6. Una carta de Somos, el (infame) Museo de la Memoria, y la dignidad humana.

Considero de suma importancia el aporte que puedan hacer los conceptos de una teoría ética a problemas de actualidad, de tal forma que podamos pensarlos mejor. Esta entrada es un intento precisamente de eso.

Ver también Mario Vargas Llosa y la legalización de las drogas.

5. Un héroe kantiano.

No existe un abismo entre la racionalidad y nuestras emociones, pues estas últimas sirven en muchos casos precisamente como razones. La ética kantiana, contraria a su imagen más común, es perfectamente consciente de esto.

Ver también:

Guía práctica para ser kantiano hoy (cortesía de Allen W. Wood).

¿En qué consiste la buena voluntad?

Actuar por deber (y no meramente conforme al deber).

4. Racionalidad y cosmopolitismo (o un post sobre Kant y los estoicos).

El estoicismo ha tenido una presencia fuerte en este blog durante la segunda parte del año, y no podría ser para menos.

Ver también:

Pensamientos de aurora.

Racionalidad y sociabilidad.

3. Aplicando la ley moral (u otro post sobre Battlestar Galactica y robots).

Battlestar Galactica es una de las mejores series de televisión, y en buena parte gracias a la profundidad con la que abordan una serie de problemas éticos. Double win para este blog.

Ver también:

Matar robots como un crimen en contra de… la humanidad.

Marvelman #16 (o por qué no ser irracionales).

2. Máximas.

Mi libro del año ha sido sin lugar a dudas Kant: A Biography, de Manfred Kuehn. Este es la primera entrada que hice al respecto, y luego vendrían muchas más, incluidos también los versos con los que termina el libro y que resumen perfectamente la personalidad del filósofo de Königsberg.

Ver también:

Reflexiones de Kant sobre el significado de la vida.

Sobre las creencias religiosas de Immanuel Kant.

El «otro» giro copernicano de Kant.

1. Valor social vs. dignidad (o sobre experimentos de tranvías).

La historia de nuestra especie se puede pensar desde el conflicto entre el valor social, culturalmente adquirido, con el reconocimiento de la dignidad absoluta inherente a todo ser racional.

Ver también:

El mes morado y Alianza Lima (o pensando la tradición desde MacIntyre y Rawls).

El «giro» de John Rawls (o sobre un falso debate entre comunitaristas y liberales).

Mención honrosa: la entrada que actualizó el nombre del blog.

Y eso es todo.

Matar robots como un crimen en contra de… la humanidad

Antes de que este blog se tornara insoportablemente kantiano, solía hablar de comics, de literatura, de cine, de música, etc.

Nunca es muy tarde para retornar a las raíces (mentira, este post es en realidad de ética kantiana aplicada), así que les presento un dilema ético extraído de la excelente serie de televisión Battlestar Galactica (la nueva versión), en la que la humanidad, tras haber sido prácticamente aniquilada por una raza de robots creada por ellos mismos, al punto de quedar apenas 41 mil sobrevivientes (de miles de millones), tiene la oportunidad de eliminar completamente a dicha raza enemiga con un arma biológica.

Cast principal de Battlestar Galactica.

El problema, sin embargo, es que se ha hecho evidente que algunos especímenes de la raza robótica (que por cierto se llaman Cylons) han empezado a mostrar libre albedrío, y la capacidad de actuar moralmente de forma genuina; esto no quita que en su conjunto sigan siendo una amenaza.

El diálogo que mostraré a continuación es la argumentación de un oficial que se opone a la extrema medida de eliminar a los Cylons, que está siendo seriamente considerada por la Presidente. Pongo tanto mi traducción, como el inglés original.

¿Genocidio? Así que, ¿eso es lo que hacemos ahora?

(Genocide? So, that’s what we’re about now?)

[…]

Puedes racionalizarlo tanto como quieras. Si hacemos esto, si aniquilamos su raza, entonces no somos distintos a ellos.

(You can rationalise it any way you want. We do this, we wipe out their race, then we’re no different than they are.)

[…]

Estoy hablando del bien y del mal. Estoy hablando de perder una parte de nuestras almas.

(I’m talking about right and wrong. I’m talking about losing a piece of our souls.)

[…]

¿Cómo saber si es que no hay otros como ella [una Cylon con libre albedrío]? Ella tomó una decisión. Es una persona. Son una raza de personas. Aniquilarlos con un arma biológica es un crimen en contra de… es un crimen en contra de la humanidad.

(How do we know there aren’t others like her? She made a choice. She’s a person. They’re a race of people. Wiping them out with a biological weapon is a crime against… is a crime against humanity.)[1]

Cualquier parecido con conceptos kantianos es pura coincidencia (¿o no?). Claramente se nota que hay un valor que está en juego que no puede ser otorgado con exclusividad a los seres humanos (por más que solamos llamarlo humanidad), sino a la racionalidad que va inseparablemente ligada al libre albedrío.

Si le otorgamos un valor absoluto a esta característica, y por lo tanto dignidad, nada puede justificar el genocidio de una raza que posee especímenes con esta capacidad, o al menos por ahí va la cuestión.

Le doy mi recomendación más alta esta serie (que consta básicamente de cuatro temporadas), y que corrobora que la ciencia ficción es uno de los terrenos más ricos para discutir moralmente sobre el futuro de nuestra especie y nuestros valores.

También pueden revisar esta review del capítulo, en inglés.


[1] El capítulo en cuestión es el séptimo de la tercera temporada, y la conversación se da alrededor del minuto 22.

Algunos comentarios sobre la Mesa Redonda de Watchmen

Ya se ha dicho en este blog bastante sobre Watchmen, de Alan Moore. Sin embargo, quisiera hacer algunos muy generales comentarios sobre mi participación en la Mesa Redonda sobre dicho comic la semana pasada en el simposio de estudiantes de filosofía, al lado de Eduardo Marisca y Rubén Merino, excelentemente moderada por Raschid Rabi.

Pueden encontrar mi ponencia en este post, la de Eduardo Marisca acá, y la de Rubén Merino en dos partes: 1 y 2.

Watchmen o el ocaso de los superhéroes.

Watchmen o el ocaso de los superhéroes.

Desde que leí la ponencia de Eduardo Marisca la noche anterior—aunque su presentación excedió el simplemente leerla—noté el parecido que tenía su idea del ocaso de los superhéroes del pensamiento, con mi visión de que ninguna teoría ética puede salvarnos de nuestra responsabilidad de emitir juicios propios. Me pareció interesante que saliera el parecido, y supongo que dentro de mi discurso, podría añadir que el plan de Veidt, tema que encuentro central, simboliza perfectamente cómo ya no podemos reconocer a nuestros héroes, a menos que reflexionemos sobre qué cosas son las que más valoramos, y por qué.

Sobre la ponencia de Rubén Merino, tengo que enfatizar mi desacuerdo con la visión que posee sobre la Ilustración, que se deriva de igualar la razón al mero intelecto. La razón en su uso práctico, para Kant (quizá el mayor exponente de la Ilustración), es mucho más que el intelecto—que sí se puede comparar a la razón especulativa—y no se opone en lo absoluto a la dimensión emocional de la vida humana. Para una breve introducción a la razón práctica, vean este breve artículo.

Mesa de Watchmen

De derecha a izquierda: Eduardo Marisca, Rubén Merino (lamentablemente no sale su rostro en esta foto), Raschid Rabi, y Martín Valdez (o sea, yo).

Sin embargo, sí me pareció valioso que resalte muchos de los aspectos negativos de la personalidad de Veidt, y que sin duda dejé de lado.

Bueno, termino mi reflexión acá, pero no espero que sea lo último sobre el tema, y aprecio de antemano cualquier comentario.

Ah, y me olvidaba que el título de mi ponencia estuvo inspirado en las últijmas páginas de Kantian Ethics, de Allen W. Wood.

¿Qué puede aportar la ética kantiana al actual debate sobre el aborto?

Hace poco más de una semana escribí en este blog mi primer artículo sobre el tema del aborto, sin darme cuenta de que se empezaba a armar un debate paralelo en la actual coyuntura política del Perú. Lamentablemente, sólo se está poniendo en discusión el aborto terapéutico, cuando corre riesgo la vida de la madre, y el que se da en casos excepcionales, como cuando la madre ha sido víctima de una violación, o el feto sufre ciertos defectos. Esto es lamentable porque incluso si se llega a despenalizar en todos esos casos, el problema principal se mantiene, y miles de mujeres seguirían recurriendo a abortos ilegales, poniendo en peligro sus vidas.

No quiero, sin embargo, adentrarme en los detalles del actual debate (cosa que me parece poco productiva puesto que éste se caracteriza en no escuchar lo que las otras partes tienen que decir), sino más bien abordar el problema desde la perspectiva de una teoría ética. En el primer artículo, me enfoqué en criticar la primera premisa del argumento contra el aborto, que sostiene que está mal tomar una vida humana inocente, ayudándome en buena parte de lo que el controvertido bioeticista Peter Singer aporta al debate. No obstante, no entré con mucha profundidad desde la perspectiva de la ética kantiana, lo que no quiere decir que lo dicho en el artículo anterior no esté de acuerdo con dicha teoría ética.

Así, en este artículo, abordaré el tema en particular desde la ética kantiana, aludiendo primero a lo que dirían algunas interpretaciones tradicionales; luego volviendo explícita una posición coherente que se pueda formular desde la ética kantiana hoy; y por último, examinando algunas opiniones del mismo Kant al respecto—para satisfacer a los que buscan en Google «qué dice Kant sobre el aborto» y llegan aquí.

Si pensamos «Kant» y «aborto» a la vez, seguro nos vendrá a la mente la segunda formulación del imperativo categórico, que nos dice “Actúa de tal forma que uses a la humanidad, tanto en tu propia persona como en la de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca meramente como medio”. Si caemos en el muy común error de pretender aplicar directamente la ley moral a casos concretos—error que trato con más profundidad en el primer artículo en la historia de este blog—, podríamos pensar que la ética kantiana niega categóricamente—no pun intended, como dicen en inglésel aborto, pues se está tratando al feto o embrión como un medio, y no como un fin en sí mismo[1]. Sin embargo, es la labor trascendental de este blog ayudar a desterrar de la ética kantiana semejante uso de sus términos, y atrevernos a una interpretación que le haga mayor justicia y que, además, nos resulta más útil a la hora de reflexionar sobre dilemas éticos.

Así, antes de pretender usar la segunda formulación del imperativo categórico de la primera forma que se nos ocurra, debemos entender dos conceptos importantes, y que están relacionados entre sí: el de persona y el de humanidad.

La humanidad no es pues la simple pertenencia a la especie humana (somo se podría pensar irreflexivamente), sino la capacidad presente en seres racionales de decidir cómo llevar sus vidas y buscar la felicidad. No es pues, un mero uso técnico de la razón, sino más bien prudencial—de esto hablé con más detalle en un artículo anterior, sobre esta humanidad como valor fundamental de toda la ética kantiana—, que va de la mano inevitablemente con el uso moral.

De la misma forma, una persona no es tampoco cualquier miembro de la especie humana, sino un ser racional que cuenta con dichas capacidades. La ética kantiana reconoce una dignidad inherente e irrenunciable en todas las personas, por más que estemos hablando de la Madre Teresa o de Adolf Hitler (disculpen por los ejemplos trillados).

Surge inmediatamente el siguiente problema: la ética kantiana parece reconocer valor moral fundamental solamente a las personas, lo que excluye a animales no racionales, e incluso niños pequeños. La respuesta a esta aparente paradoja ha sido por lo general la posición que sostiene la «unidad de la persona», que implica que un ser humano es el mismo ser durante toda su existencia, y ocasiona que otorguemos el mismo estatus moral no sólo a los niños, sino también a los fetos y embriones.

Esta posición, si se examina de forma más detallada, se vuelve difícil de fundamentar racionalmente. ¿Es acaso la mera posibilidad de un ser de convertirse en persona suficiente para otorgarle los mismos derechos que a una persona, incluso si esto nunca llega a suceder? A fin de cuentas, ser una persona conlleva ciertas responsabilidades al igual que derechos, que es imposible exigir a niños pequeños, y mucho más a un embrión o feto.

Por eso, Allen W. Wood, autor de Kantian Ethics, desarrolla una distinción que ciertamente no está presente en los escritos de Immanuel Kant, pero que no obstante, llena un vacío en su ética, y que resulta muy valioso para defender dicha teoría en la actualidad. La distinción que propone Wood es la de personas en sentido estricto, y personas en sentido extendido—o por chorreo, como se diría de forma coloquial.

Veamos cómo lo pone Wood en la siguiente—y algo extensa, disculpen—cita:

Un acercamiento kantiano más consistente se basa en la idea de que podemos tratar, o fallar en tratar, la naturaleza racional como un fin en sí mismo no sólo en la persona de un ser racional en sentido estricto sino también en la forma que tratamos a otros seres que no son personas en sentidos estricto. Por ejemplo, ciertamente mostraría una falta de respeto a la naturaleza racional no avanzar el desarrollo a la madurez de un niño en el que ya se ha empezado a desarrollar. Lo mismo es válido si es que no nos preocupamos sobre la recuperación de la naturaleza racional en un adulto que ha dejado temporalmente de ser una persona en sentido estricto por alguna lesión, enfermedad u otra incapacidad.

Así, para respetar propiamente la naturaleza racional, estamos requeridos a tratar a algunos seres que no son personas en sentido estricto en ciertos aspectos  exactamente como si fueran personas en sentido estricto. o, para ponerlo de otra forma, estamos obligados a otorgar, al menos para ciertos propósitos, un estatus equivalente al de una persona [personhood] a algunos seres que simplemente no son personas en sentido estricto. Por ejemplo, deberíamos tratar a niños pequeños como si teniendo el derecho a no ser matados, a tener su bienestar cuidado por otros, y su desarrollo hacia la madurez resguardado. Propongo que apliquemos el término personas en sentido extendido a los seres que no son personas en sentido estricto pero que deberían serle otorgados un estatus moral (en los aspectos relevantes) exactamente como el de los seres que son personas en sentido estricto[2].

Si aceptamos la diferencia que hace Wood, todavía podríamos afirmar que un feto o embrión debe ser considerado como una persona en sentido extendido, y en consecuencia, el aborto considerado como inmoral. No obstante, lo que señala el mismo Wood es que, al otorgar el carácter de persona en sentido extendido a un feto o embrión, se vulnera el derecho de personas en sentido estricto; es decir, de las mujeres que llevan el feto o embrión en su vientre. El nacimiento, entonces, resulta un límite apropiado para empezar a considerar al recién nacido como una persona en sentido extendido, y otorgarle los derechos respectivos. Tengan en cuenta que—cómo se dijo en el artículo anterior sobre el tema ya mencionadoel problema de la legalización del aborto pertenece estrictamente a la esfera del derecho, lo que no se opone a que, en la esfera privada, de la virtud, personas distintas tengan posiciones distintas y actúen de acuerdo a ellas.

El razonamiento de Wood es ciertamente temporal e imperfecto, pero igual lo considero uno de los mejores argumentos a favor del derecho a abortar, y no sólo en casos excepcionales. Así también, se refuerza mutuamente con una posición como la de Peter Singer, que examinamos con más detalle también en el artículo precedente.

Finalmente, dijimos que íbamos a mencionar las opiniones de Kant mismo al respecto, y lo haré de forma muy breve. Mientras que en la parte de la doctrina de la virtud (en La metafísica de las costumbres) Kant menciona que si una mujer embarazada comete suicidio está cometiendo un delito hacia otra persona (422); en el mismo libro, pero en la doctrina del derecho, Kant sostiene la algo tétrica posición que permite que una mujer que ha dado a luz un niño fuera del matrimonio puede eliminarlo para salvar su honra, pues legalmente no pertenece a la comunidad (336).

Como ven, lo dicho por Kant refuerza la necesidad de establecer una posición coherente procedente de sus propios principios, pues él, obviamente, no pudo hacerlo.


[1] Una posición todavía más superficial y absurda sería la que, basándose en la primera formulación del imperativo categórico, rechaza el aborto porque no puede ser universalizable.

[2] Allen W. Wood, Kantian Ethics (New York: Cambridge University Press, 2008). La cita corresponde a las páginas 96 y 97, y la muy imperfecta traducción es mía.

Reflexionando sobre dilemas morales: El aborto

Allen W. Wood nos dice en las páginas finales de su excelente libro publicado el año pasado, Kantian Ethics, que en última instancia, una teoría ética nos debe servir para reflexionar sobre nuestras creencias morales, ayudándonos a entender por qué valoramos ciertas cosas por sobre otras, etc., pero de tal forma que tampoco nos aferremos dogmáticamente a tal teoría, a tal punto de terminar creyendo en ella, sino que la tengamos también en constante revisión.

De ahí que Allen W. Wood, al discutir ciertos problemas morales desde la ética kantiana (teoría ética que él defiende), tome prestado de Peter Singer—controvertido bioeticista—muchas ideas que enriquecen su análisis.

Para este artículo (que espero sea el primero de una prolongada serie), pretendo abordar reflexivamente el problema del aborto desde mi propia perspectiva ética, haciendo referencias constantes a ambos autores mencionados, que han ayudado a enriquecer y definir mi posición sobre el tema (pero que, por supuesto, no pretendo que sea necesariamente definitiva).

A ver qué tal sale.

En Rethinking Life and Death: The Collapse of Our Traditional Ethics, libro que ya mencioné en un artículo anterior, Peter Singer explicita el argumento contra el aborto de la siguiente forma:

Primera premisa: Está mal tomar una vida humana inocente.

Segunda premisa: Desde la concepción, un embrión o feto es inocente, humano y con vida.

Conclusión: Está mal tomar la vida de un embrión o feto[1].

Luego procede a criticar la forma arbitraria en que los defensores del aborto han concentrado sus esfuerzos en criticar la segunda premisa, sin atreverse a tocar la primera.

Personalmente, siempre me pareció que la posición «pro-elección» no lograba con éxito argumentar en favor del aborto, y más bien, caía en dogmas parecidos a los que defienden la posición contraria. El motivo, me parece, es justamente no detenerse a reflexionar honestamente sobre los valores que hay de fondo. Y es que, cuando se justifica el derecho de la mujer a abortar, se está dando más valor a su decisión por sobre la vida del feto o embrión. El problema que señala Singer, es que se trata de ocultar este juicio de valor aludiendo a argumentos como que el feto todavía no es una vida humana (sino recién desde el nacimiento o algún otro punto previo, mas no la concepción). De esa forma, se trata de mantener el mismo dogma que sostiene la posición radical del bando opuesto, y que corresponde a la primera premisa del argumento: la santidad de toda vida humana se mantiene. Sin embargo, en la práctica los defensores del aborto, lo quieran o no, están rechazando la primera premisa, pues Singer muestra con éxito que decisiones como la de considerar al feto una vida humana a partir de cierto punto, como el nacimiento o la viabilidad del feto de sobrevivir fuera de la madre, son ya de por sí decisiones éticas y no científicas.

La posición de Singer—y que como ya dijimos, está ganando la batalla en la práctica—es la de una ética que tome en cuenta la calidad de toda vida al margen de si es humana o no (contra la tradicional ética que le otorga carácter de santidad a toda vida humana, basándose en creencias religiosas). Así, nos exige no caer en un irracional especismo, del cual quiero hablar con más detalle en otro momento, y del cuál sólo diré vagamente ahora que es un conjunto de prejuicios análogos a los del racismo (pero que en vez de discriminar por raza, lo hacen por especie), y que de por sí, carecen de fundamento válido.

El problema del aborto, entonces, es una batalla en medio de una guerra entre estos dos modelos de ética.

No obstante, el objetivo de este artículo es concentrarnos en reflexionar sobre el aborto únicamente, así que volveremos al problema en cuestión.

Un valioso aporte que puede hacer la ética kantiana al problema es la clara división que establece entre el ámbito del derecho y de la virtud, a tal punto que ambas esferas están fundamentadas en principios distintos. Mientras que el derecho depende de una legislación que se encarga de regular la libertad externa de los miembros de un determinado Estado, esto es, sus acciones; la virtud depende de una legislación interna (la ley moral), que regula los motivos de nuestras acciones, y no nos puede ser exigida por otros.

Si aceptamos—como dice Singer—que no hay un fundamento racional que nos exiga la santidad de toda vida humana, entonces no hay un motivo para que las leyes protejan ciegamente a todos los fetos o embriones (e incluso a bebés recién nacidos con serias discapacidades). Lo que se propone es que sólo debemos traer al mundo a los bebés que sean queridos por sus padres; es decir, es una decisión que pertenece a la esfera de la virtud, y la ley no debe entrometerse. Estamos valorando más el derecho de las personas a decidir cómo llevar sus vidas (valor que la ética kantiana recoge bajo el nombre de humanidad, y que tiene nada menos como su valor más importante), por sobre un supuesto e infundado carácter santo que tendría todo ser perteneciente a la especie humana.

Allen W. Wood acentúa esta posición al discutir las implicancias de tener a la humanidad como valor fundamental en la ética kantiana, de la siguiente forma:

Los problemas que estamos discutiendo acá, en términos kantianos, son problemas de derecho, no de ética. Estos conciernen deberes y exigencias que pueden ser coactivamente impuestos. Es una cuestión distinta si es que el valor de un feto, y su desarrollo hasta el nacimiento, puede constituir una razón para que una mujer considere un deber ético el llevar su embarazo hasta el final incluso  con un costo considerable para su salud o bienestar. Probablemente existe tal deber ético, al menos en varios casos. Pero quienes negarían a una mujer incluso el derecho a elegir si cumplir con tal deber han, por lo mismo, perdido completamente su derecho a discutir sobre tales problemas[2].

Como se puede ver, los que se califican como «pro-vida» se colocan en un lugar que no deja espacio al diálogo, y por lo tanto su posición debe resultar inaceptable para quienes quieran adentrarse en el problema de forma racional. Está demás decir que, también, tal posición no debe tener cabida en un Estado laico.

Está claro que quién se aferre a la validez de la primera premisa no podrá ser persuadido por esta argumentación. Tal persona podrá, pues, jactarse de defender una ética dogmática. Pero tampoco pretendo haber logrado una argumentación perfecta, sino que espero no sea más que la base para que se pueda armar una discusión y enriquecerla con los comentarios.


[1] Peter Singer, Rethinking Life and Death: The Collapse of Our Traditional Ethics (New York: St. Martin’s Griffin, 1994). La cita corresponde a la página 100, y la traducción es mía.

[2] Allen W. Wood, Kantian Ethics (New York: Cambridge University Press, 2008). La cita corresponde a la nota 9, de la página 291. La imperfecta traducción es mía.

¿El fin justifica los medios?

Desde incluso antes de empezar mis estudios de filosofía, la pregunta que titula este post nunca me pareció problemática, al menos en la forma que usualmente se usa, esto es, de una forma completamente general. Y es que la respuesta a una pregunta tal sólo puede ser «depende del fin, y depende de los medios». Pues es obvio que si el fin es saciar mi hambre, y el medio es comer un plato de comida, el fin ciertamente justifica los medios.

Pero no voy a decepcionar con una respuesta tan obvia. Lo único que quería demostrar es que la pregunta debe ser correctamente formulada siempre con un contenido real, lo que implica que aceptemos de antemano que en una determinada situación el fin puede efectivamente justificar los medios, mientras que en otra situación, la misma respuesta resulta simplemente injustificada.

Así, lo que nos queda es una infinidad de situaciones moralmente difíciles o complejas, que por más que nos veamos tentados a ello, simplemente no podemos generalizar y de esta forma, tratar de darles fácil respuesta. Siempre, pues, caeremos en una casuística, cosa que, para sorpresa de muchos, Kant entiende perfectamente, como pueden ver en una cita que puse en un artículo anterior.

Sobre estos casos, pues, sólo nos queda reflexionar, y aceptar que no hay solución sencilla, o incluso, respuesta alguna. Pretender librarnos de esta tarea, asumiendo normas estrictas y rígidas, no es más que caer en un nocivo dogmatismo.

Todo esto está relacionado al tema de mi participación en la mesa redonda sobre la novela gráfica Watchmen, de Alan Moore, para el simposio de estudiantes de filosofía de este año; presentación que estoy cerca de concluir (ciertamente me tomó más de lo esperado). Pero de forma más precisa, fui inspirado por otra novela gráfica, que estoy releyendo en estos días. Me refiero a Batman: The Dark Knight Returns, de Frank Miller.

Pongo, pues, la página que sirvió de inspiración directa a este post, en la que un comisionado Gordon, a punto de retirarse, discute tangencialmente con su joven sucesora sobre el dilema de permitir la legalidad de un vigilante.

Página de The Dark Knight Returns

Sapere aude.

Para otra página de comic que plantea una problemática similar, vean este post anterior. Y para una cita de Allen W. Wood que trata de cierta forma también este problema, vean este otro post, ambos relacionados a mi ponencia y a Watchmen.

Más sobre el reino de los fines (y Watchmen)

No quedé del todo satisfecho con la explicación que hice del reino de los fines en la última entrega de la serie sobre el imperativo categórico. Me parece que un concepto tan rico como aquel es mejor ilustrado con ejemplos, y es eso justamente lo que planeo hacer para el Simposio de Estudiantes de Filosofía de este año, participando en una mesa redonda sobre la novela gráfica Watchmen, de la cual ya hablé en un post anterior, en el que incluso presenté la sumilla provisional.

Portada del último capítulo de Watchmen.

Portada del último capítulo de Watchmen.

Así, en estos próximos días estaré preparando mi presentación, para la cual utilizaré el excelente libro Kantian Ethics (New York: Cambridge University Press, 2008), de Allen W. Wood. Mientras tanto, les propongo una cita de dicho libro (página 268), imperfectamente traducida por mí, y que apunta al problema fundamental que me concierne. Veamos.

Algunas teorías éticas parecen sostener que deberíamos al menos considerar decidir tales casos basándonos en el camino que produzca el máximo bien total (o al menos el menor daño). La ética kantiana toma un acercamiento distinto a estos casos, preguntándose más bien por el proceso de tomar una decisión collectiva que respete propiamente los derechos y la dignidad de todos los afectados por tal decisión, qué tan lejos armoniza los fines necesarios de todos los involucrados, y si es que todos los afectados han aceptado o podrían razonablemente aceptar, etc. La ética kantiana, en vez, no necesita especificar una sola «respuesta correcta» o «procedimiento de toma de decisión correcto» para tales casos. Estos asuntos dependerían de la interpretación de los principios fundamentales de la moralidad y del derecho bajo un determinado conjunto de circunstancias empíricas, y podrían también depender de cómo el juicio moral aplica el conjunto de reglas morales o deberes que resultaría de dicha interpretación.

A ver si la van sacando.