sabiduría práctica

Una filosofía de perros

César Millán es un verdadero filósofo. Su sabiduría, expuesta en libros, televisión y conferencias magistrales, nos remite, hay que decirlo, a la Ética de Aristóteles, en tanto incorpora elementos psicológicos, éticos y metafísicos para dar forma a una teoría de la felicidad con un fuerte enfoque pragmático. La gran diferencia, claro está, es que el objeto de estudio de Millán son los perros (canis lupus familiaris) y no el ser humano (homo sapiens).

En la que es quizás su obra más sistemática[1], Millán hace explícitos los cimientos de su pensamiento, primero, en cinco leyes que rigen la naturaleza canina, y posteriormente, en nueve principios que deben regir el comportamiento humano en relación a los perros. Atraviesa todo el pensamiento de Millán la directriz metafísica según la cual la felicidad de un organismo depende de que el ser en cuestión realice su función propia, tema sobre el cual hemos elaborado acá.

encantador-encuestas

Expondremos en esta entrada las leyes naturales caninas (los principios que dirigen el comportamiento de un perro balanceado los dejaremos para una entrada futura), sintetizando, así, las bases filosóficas de la ciencia psicológica de Millán.

Leyes de la naturaleza canina

1. Los perros son instintivos; los seres humanos, intelectuales, emocionales y espirituales.

Los perros tienen, en efecto, emociones, pero las experimentan a un nivel mucho más elemental, a diferencia de los seres humanos. Humanizar a los perros constituye uno de los principales obstáculos para comprender su naturaleza y su conducta. Por ejemplo, consolar a un perro ansioso o asustado no hace sino reforzar esa actitud, dado que en estado de naturaleza sería ignorado por su propio bien y el de todo el grupo. De igual manera, recibir con entusiasmo a un perro sobre excitado refuerza esa conducta desbalanceada. Entonces, ¿cómo tratar a nuestros fieles amigos? Eso nos lleva a la segunda ley.

2. La energía es todo.

César Millán define la energía como existencia [beingness], como lo que uno es en cada momento (2013: 37). Esta definición es, por supuesto, problemática. Pero estaremos más cerca de comprender su sentido si adoptamos, más allá de cualquier definición metafísica, un enfoque pragmático, y entendemos la energía como todo aquello que exteriorizamos y es perceptible sensorialmente. Es a través de los gestos, la postura, en general el comportamiento no verbal que comunicamos nuestra energía a otros seres. En el caso de los perros, esto cobra una importancia total, dado que su olfato les permite penetrar a nuestra interioridad de una forma que nosotros sólo podemos imaginar. El perro percibe nuestros estados de ánimo sin necesidad de que se los tengamos que comunicar verbalmente.

Siguiendo un principio rector de la psicología humanista, se desprende la importancia de la apertura a la experiencia, es decir, volvernos más perceptivos de los propios sentimientos y actitudes, tal como existen en nosotros en un nivel orgánico, para poder ser conscientes de qué le estamos comunicando a nuestros perros en cada momento.

3. Los perros son primero animales, luego una especie, después raza y finalmente un nombre. 

Cuando nos relacionamos con nuestros perros, por lo general, cometemos el error de ver, primero, al perro con toda su idiosincrasia, luego tenemos en cuenta su raza, y ya de modo muy oscuro, casi no le otorgamos importancia al hecho de pertenecer a una especie particular, con necesidades y formas de ser que le son propias. Lo que Millán apunta con esta tercera ley es a invertir dicho orden, para que podamos tratar a nuestro perro no como un humano (donde sí prima la personalidad), sino como el animal que es. Sólo desde este punto de vista reconoceremos que lo más importante es asegurar que su naturaleza sea bien tratada, no sólo otorgándole un techo y alimento, sino la cantidad de ejercicio así como el tipo de disciplina que el perro necesita para tener una vida plena.

4. Los sentidos del perro forman su realidad.

Mientras que la jerarquía de sentidos humanos es vista-tacto-sonido-olor, la canina es olor-vista-sonido-tacto. Surge, entonces, un problema:

Dado que la experiencia sensorial de humanos y de canes son tan distintas la una de la otra, ¿cómo pueden un perro y un humano experimentar el mismo mundo? (2913: 44)

Hay, por supuesto, una respuesta. Al tratar con un perro debemos tener en consideración su forma de experimentar el mundo y de establecer contacto con otros animales (el animal humano incluido, por supuesto). Es así que César Millán promueve la política «No tocar, no hablar, no mirar a los ojos» a la hora de establecer contacto con un perro, y dejar, más bien, que el perro se acerque y, antes que todo, nos huela. Esto significa un contraste de la actitud humana más común, de acercarse a un perro, hablarle y hacerle cariño, haciendo uso de los dos sentidos de menor importancia para el animal, fallando así en estar en el mismo mundo.

5. Los perros son animales de manada, con un líder y seguidores.

La quinta ley de la naturaleza canina es probablemente la más importante. Los perros son animales sociales, viven necesariamente en un grupo, y se manejan indefectiblemente con una estructura de líder-seguidores. Es así que, si uno no va a ser el líder de su perro, entonces, necesariamente, el perro entrará en el rol de líder. Ahora, ¿cuál es el problema con eso? En un grupo de varios perros que trabajan día a día para buscar alimento a lo largo de grandes distancias, el líder no puede hacer lo que se le viene en gana, sino que está obligado a trabajar y dirigir al grupo, en el contexto de una lucha constante por la supervivencia. Pero si al líder se le da todo el alimento que necesita, a la vez que se le priva de ejercicio, entonces toda su energía no tiene un objeto en el cual enfocarse y descargarse, y genera un desequilibro mental en el animal.

Es por esto que el perro necesita ejercicio, pero también una disciplina básica para sentirse así en un grupo con una finalidad y una correcta organización.


[1] La obra está referida en la bibliografía, en inglés; las traducciones son mías.

Bibliografía:

MILLÁN, César

Cesar Millan’s Short Guide to a Happy Dog. Washington: National Geographic, 2013.

Un diálogo sobre humanismo, marxismo y contradicciones utópicas

– Una de las cosas que hasta ahora no entiendo, o quizá sí, es ¿por qué…? ¿Cómo así quedó relegado institucionalmente…? O sea, de hecho tiene sentido que un movimiento que busca humanizar y des-objetivar su disciplina, sea relegado del establishment de ésta. Pero igual, porque fue un movimiento bastante fuerte, por más que su influencia permee a todas las demás orientaciones psicológicas.

– Es que justamente su oposición no está en las otras orientación, sino en la institucionalidad misma. Y no le pudo ganar. La «institucionalidad» lo destruyó con hacer un lobby silencioso. Full cash. Eso le bastó para aniquilar al humanismo. Relegarlo a un lugar de lo políticiamente correcto. Completamente irrlevante. La «institucionalidad» es el Capitalismo, obviamente.

– Totalmente de acuerdo. No se me ocurre ninguna analogía específica, pero lo pasaron al retiro. Le agradecieron sus servicios y contribuciones. Su compromiso y dedicación. Le hicieron homenajes y hablaron de él. Y lo jubilaron. Para que «descanse».

– La dictadura del proletariado es imposible, pero se necesita algo así de absurdo. Sin ello, el humanismo está relegado a un «éxito» limitado a un grupo de personas. Que siguen enfermas por el solo hecho de pertenecer a una sociedad tan corrupta.

M494b73000ab5f

– Es verdad. Sé que Maslow y Rogers sentían bastante afinidad por el anarquismo. Creían que en el futuro el creciente número de personas «despiertas» eventualmente formarían comunidades autosuficientes en las que experimentarían en sus relaciones sociales. Las cuales se renovarían constantemente de manera cada vez más y más positiva. Al menos Rogers creía en eso.

– El comunismo tiene que ser mundial. Si no no funciona.

– Conocerse a sí mismos, liberar sus potencialidades, ser ellos mismos… ¿Comunismo «humanista»? Lo veo complicado

– Pero, ¿cómo sería la gente en un mundo libre del capitalismo? No serían robots. Marx nunca se atrevió a describir el comunismo, la sociedad perfecta. Nadie podría.

– Es que ese es el tema.

– Pero es lo que los humanistas tienen en mente, sin lugar a dudas.

– Marx hizo todo menos describir el tipo de funcionamiento de la sociedad comunista. Y está bien, ¿no? No tendría sentido decir «la sociedad perfecta tiene que ser así, así y así». Sería contradictorio. Pero a los comunistas les interesa solamente cambiar de sistema económico. Y la gente sigue siendo la misma, con valores capitalistas. Ambiciones capitalistas.

– No conozco a ningún comunista… La revolución no será hecha por comunistas, sino por gente que odie al capitalismo. Los comunistas vendrán luego. Al menos, ese es el mito de Marx. Podría ser distinto.

 -¿No sería bonito que la gente pudiera odiar y amar intercaladamente? Odiar para arrasar con el capitalismo y amar para edificar el comunismo? El problema es que la gente que odia no muchas veces se atreve a amar. Sólo odian, y viceversa.

– Sí… Tal vez por eso es imposible. Se necesita odio y amor al mismo tiempo.

– Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir; su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado. Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar; su tiempo el destruir, y su tiempo el edificar. Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar. Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas; su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse. Su tiempo el buscar, y su tiempo el perder; su tiempo el guardar, y su tiempo el tirar. Su tiempo el rasgar, y su tiempo el coser; su tiempo el callar, y su tiempo el hablar. Su tiempo el amar, y su tiempo el odiar; su tiempo la guerra, y su tiempo la paz. ¿Qué gana el que trabaja con fatiga? He considerado la tarea que Dios ha puesto a los humanos para que en ella se ocupen. Él ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo; también ha puesto el mundo en sus corazones, sin que el hombre llegue a descubrir la obra que Dios ha hecho de principio a fin. Comprendo que no hay para el hombre más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en su vida. Y que todo hombre coma y beba y disfrute bien en medio de sus fatigas, eso es don de Dios. Comprendo que cuanto Dios hace es duradero. Nada hay que añadir ni nada que quitar. Y así hace Dios que se le tema. Lo que es, ya antes fue; lo que será, ya es. Y Dios restaura lo pasado. Eclesiástico tres, uno a quince.

Una de las más simples expresiones de sabiduría humana (mas no por eso menos fundamental)

Reproduzco el fragmento 284 de la obra de Zenón de Citio, fundador del estoicismo.

284 Epifanio, Contra las herejías III 2, 9 (III 36), pág. 592 Diels [S.V.F. I 177]

Las causas de los acontecimientos en cierta medida [dependen] de nosotros y en cierta medida, no. Es decir, que algunos acontecimientos [dependen] de nosotros y otros, no.

Las máximas que se desprenden de este conocimiento son muchas, tales como «vivir de modo coherente» o, puesto de otro modo, «vivir según una sola norma y de acuerdo con ella»[1]; si bien no son exhaustivas, y pueden expresarse de muchas y diversas maneras.


[1] Las máximas pertenecen al fragmento 287.

Bibliografía:

ZENÓN DE CITIO y otros autores

Los estoicos antiguos. Traducción de Ángel J. Cappelletti. Madrid: Editorial Gredos, 1996.

Diderot sobre los hombres originales

En boca de uno de sus personajes:

Personalmente, no me gustan esta clase de originales. Otros intiman con ellos e incluso los tienen por amigos. A mí, me llaman la atención, una vez al año, cuando me los encuentro, porque su carácter contrasta con el de los demás y porque rompen esta fastidiosa uniformidad introducida por nuestra educación, nuestras convenciones sociales y nuestro sentido del decoro. Si uno de ellos aparece en una reunión constituye un grano de levadura que fermenta y que restituye a cada cual una porción de su individualidad natural. Sacude, agita; hace aprobar o censurar; surgir la verdad; conocer a las gentes de bien; desenmascarar a los tunantes; en tales ocasiones es cuando el hombre sensato escucha y conoce a quienes le rodean. (Diderot 2003: 69-70)

Y eso es todo por hoy.


Bibliografía:

DIDEROT, Denis

El sobrino de Rameau. Tercera edición. Madrid: Cátedra, 2003.

Top 10 de entradas 2010

Al igual que el año pasado, me pareció pertinente recopilar las entradas más memorables de este humilde blog a lo largo del año que nos deja. Ya anuncié algunos ligeros cambios hace varias semanas, así que vamos directo a la cuestión:

Si bien me gradué el 2009, que esta foto represente el breve exilio, tanto como el retorno, de este bloguero respecto de la filosofía.

10. Pensamiento Homero.

Nunca falta algo de comic relief.

Ver también Independent Thought Alarm.

9. Un robot Descartes.

Algo que quiero hacer cada vez más es comentar obras de ficción, ya sean de literatura o cine, haciendo uso de conceptos filosóficos. Si bien esta entrada es sobre todo expositiva, demuestra lo bien que le sienta la filosofía a la ciencia ficción.

8. Palabras inmortales.

Esta entrada es breve, y consiste básicamente en una cita de la Apología. No obstante, la fuerza de la misma la coloca en este ranking sin dificultad alguna.

7. La virtud en Aristóteles, Kant y MacIntyre (cortesía de Allen W. Wood).

Una de las oposiciones más comunes en nuestras días, al hablar de ética, es la que se hace entre Aristóteles y Kant. No obstante, tal dicotomía es artificiosa y es una de las más excelsas labores de este blog colaborar a un mejor entendimiento del pensamiento de ambos autores.

Ver también:

Allen Wood y la nueva aurora del pensamiento ético kantiano.

6. Una carta de Somos, el (infame) Museo de la Memoria, y la dignidad humana.

Considero de suma importancia el aporte que puedan hacer los conceptos de una teoría ética a problemas de actualidad, de tal forma que podamos pensarlos mejor. Esta entrada es un intento precisamente de eso.

Ver también Mario Vargas Llosa y la legalización de las drogas.

5. Un héroe kantiano.

No existe un abismo entre la racionalidad y nuestras emociones, pues estas últimas sirven en muchos casos precisamente como razones. La ética kantiana, contraria a su imagen más común, es perfectamente consciente de esto.

Ver también:

Guía práctica para ser kantiano hoy (cortesía de Allen W. Wood).

¿En qué consiste la buena voluntad?

Actuar por deber (y no meramente conforme al deber).

4. Racionalidad y cosmopolitismo (o un post sobre Kant y los estoicos).

El estoicismo ha tenido una presencia fuerte en este blog durante la segunda parte del año, y no podría ser para menos.

Ver también:

Pensamientos de aurora.

Racionalidad y sociabilidad.

3. Aplicando la ley moral (u otro post sobre Battlestar Galactica y robots).

Battlestar Galactica es una de las mejores series de televisión, y en buena parte gracias a la profundidad con la que abordan una serie de problemas éticos. Double win para este blog.

Ver también:

Matar robots como un crimen en contra de… la humanidad.

Marvelman #16 (o por qué no ser irracionales).

2. Máximas.

Mi libro del año ha sido sin lugar a dudas Kant: A Biography, de Manfred Kuehn. Este es la primera entrada que hice al respecto, y luego vendrían muchas más, incluidos también los versos con los que termina el libro y que resumen perfectamente la personalidad del filósofo de Königsberg.

Ver también:

Reflexiones de Kant sobre el significado de la vida.

Sobre las creencias religiosas de Immanuel Kant.

El «otro» giro copernicano de Kant.

1. Valor social vs. dignidad (o sobre experimentos de tranvías).

La historia de nuestra especie se puede pensar desde el conflicto entre el valor social, culturalmente adquirido, con el reconocimiento de la dignidad absoluta inherente a todo ser racional.

Ver también:

El mes morado y Alianza Lima (o pensando la tradición desde MacIntyre y Rawls).

El «giro» de John Rawls (o sobre un falso debate entre comunitaristas y liberales).

Mención honrosa: la entrada que actualizó el nombre del blog.

Y eso es todo.

¿Qué es Dios? Una concepción existencial, mística y práctica

Desde un punto de partida existencial, lo característico del ser humano es su condición de estar arrojado, esto es, haber trascendido la naturaleza, puesto que «está dotado de razón, es vida consciente de sí misma» (Fromm 1959: 19-20).

Erich Fromm denomina este estado como de «separatidad»[1], que denota una «desvalidez frente a las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad», y vuelve «su existencia separada y desunida una insoportable prisión» (1959: 20). De esta forma, «la necesidad más profunda del hombre es […] la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad» (Fromm 1959: 21).

La separatidad se supera, así, en la unión con otros seres humanos, y «desde un punto de vista religioso, con Dios» (Fromm 1959: 45).

¿Qué significa experimentar a Dios?

Es en este contexto que Fromm nos brinda una suerte de definición de Dios, pues no pretende, mediante el pensamiento o la observación empírica, brindarnos «afirmaciones acerca de Dios» (1959: 45), sino más bien describir una forma de actuar, de vivir productivamente, de ser en el mundo[2]. Veamos:

La experiencia de la unión […] con Dios, no es en modo alguno irracional. Por el contrario, y como lo señaló Albert Schweitzer, es la consecuencia del racionalismo, su consecuencia más audaz y radical. Se basa en nuestro conocimiento de las limitaciones fundamentales, y no accidentales, de nuestro conocimiento. Es el conocimiento de que nunca «captaremos» el secreto del hombre y del universo, pero que podemos conocerlos, sin embargo, en el acto de amar. (Fromm 1959: 45-46)

Para un par de entradas con una temática similar, ver: Sobre las creencias religiosas de Immanuel Kant y Conceptos religiosos (¿y a la vez racionales?).

Para un par de entradas sobre el mismo libro de Fromm, ver: Una definición ética de la racionalidad y ¿Es posible una fe racional en el progreso de la humanidad?.


[1] En inglés: separateness.

[2] Discúlpenme el lenguaje heideggeriano.

Bibliografía:

FROMM, Erich

El arte de amar. Traducción de Noemí Rosenblatt. Buenos Aires: Editorial Paidós, 1959.

El pisco sour ideal

El secreto para obtener el pisco sour ideal reside no en la proporción entre los ingredientes (materia), sino en el método de preparado (forma)[1].

Si bien la receta tradicional requiere que se use una coctelera, el pisco sour ideal sólo puede obtenerse mediante el uso de una licuadora.

Ahora, por lo general, uno pondrá los ingredientes en cualquier orden, e incluso se recomienda poner la clara de huevo al final, pero para obtener el pisco sour perfecto es de absoluta importancia el orden en que se echarán los ingredientes.

Así, debemos empezar justamente con la clara, y proceder a licuarla sola por varios segundos, luego agregar el jarabe de goma y, momentos después, el jugo de limón, procediendo así partiendo del ingrediente más denso hasta el menos denso. El orden será el siguiente: clara de huevo, jarabe de goma, jugo de limón, pisco y finalmente los cubos de hielo (sí, el hielo es menos denso que el agua).

Como ya dije, la proporción de los ingredientes queda al gusto de cada quien. Si no se cuenta con jarabe de goma, entonces echar el jugo de limón mezclado con el azúcar después de la clara de huevo, y antes que el pisco.

Ahora, la bebida que se obtendrá —como se muestra en la foto— integra la tradicionalmente separada espuma, brindándole así más cuerpo y frescura a la bebida.

Si considera que ha logrado el pisco sour ideal, y que la diferencia con el método tradicional no es menor, entonces comente la técnica aprendida con sus amigos y amigas amantes del pisco.

Sé que lo ideal hubiese sido publicar esta entrada hace ya varios días, con anticipación al día del pisco sour, pero la filosofía exigía que haya cierto desfase con la realidad.

Para otro post con una temática similar, ver Kant sobre la embriaguez.


[1] Desconozco  qué tan difundida esté la técnica que procederé a compartir; no insinúo, entonces, que sea originalmente mía, pues la aprendí del papá de un buen amigo.

Sobre la costumbre de bendecir la mesa (o qué podemos aprender de los estoicos hoy)

 

Al besar a tu hijo, decía Epicteto, debes decirte: «Mañana tal vez muera.» «Eso es mal presagio.» «Ningún mal presagio, contestó, sino la constatación de un hecho natural, o también es mal presagio haber segado las espigas.»

Marco Aurelio. Meditaciones. XI.34.

 

Nunca entendí la costumbre —hasta donde sé, cristiana— de bendecir la mesa o los alimentos antes de consumirlos. Recuerdo que hace ya bastantes años elaboré una suerte de argumento en tres niveles —algo infantil, sin duda— en contra de dicha costumbre, e iba algo así:

1. No tiene sentido agradecerle a Dios los alimentos porque… Dios no existe.

2. Incluso si Dios existiera, no interviene en los asuntos humanos, y no es por tanto responsable de nuestra buena fortuna.

3. Incluso si Dios existiera e interviniera en los asuntos humanos, y fuese efectivamente responsable de los alimentos que vamos a consumir, entonces sería también responsable de no haber procurado la misma suerte a todos los que viven en la miseria, y por lo tanto, no deberíamos agradecerle de forma egoísta y señalar más bien su injusticia y parcialidad

Ya con algo de distancia —y me gustaría pensar, madurez— veo que tal argumentación no puede pretender una validez lógica o universal (como en algún momento pensé ingenuamente), pues el verdadero valor de muchas costumbres no tiene por qué entenderse como obvio o literal.

Una de mis ideas favoritas de Alasdair MacIntyre es su propuesta de que la fortaleza y subsistencia de las tradiciones depende de que estén acompañadas de virtud (1988: 274). Al menos desde mi propia perspectiva, la costumbre de bendecir la mesa se encuentra en decadencia, ya sea porque no se practica en lo absoluto, o cuando se hace, resulta para la mayoría un trámite engorroso o en el mejor de los casos, algo de tiempo perdido con algunas palabras vacías.

Falta responder honestamente a la pregunta: ¿qué estamos haciendo cuando bendecimos la mesa?

La que ofreceré a continuación no es más que una de las —se me ocurre— muchas respuestas posibles.

En un libro publicado apenas el 2009, William Irvine reconstruye algunas técnicas psicológicas de las que se valían los estoicos para afrontar su lugar en el cosmos.  Una de las más importantes es la que denomina visualización negativa (Irvine 2009: 65-84). Si queremos ser felices, la forma más sencilla de lograrlo es aprender a querer las cosas que ya poseemos, y para esto, los estoicos recomiendan que «dediquemos tiempo a imaginar que hemos perdido las cosas que valoramos» (Irvine 2009: 68).

Más que un conformismo, es la realización de que muchas de las cosas que damos por supuesto en realidad dependen de una serie de circunstancias que están completamente fuera de nuestro control. Irvine identifica el dar las gracias justamente con una forma de visualización negativa:

Antes de una comida, aquellos que dan las gracias se detienen por un momento a reflexionar en el hecho de que aquellos alimentos podrían no haber estado disponibles para ellos, y en ese caso habrían pasado hambre. E incluso si la comida hubiese estado disponible, podrían no haber tenido la oportunidad de compartirla con las personas que se encuentran con ellos en la mesa. Dicha con estos pensamientos en la mente, el dar las gracias tiene la habilidad de transformar una comida ordinaria en un motivo para celebrar. (Irvine 2009: 77)

Y si bien no queda lugar, por supuesto, para un Dios personal, con el cual podamos tener una relación privilegiada, lo importante es que la tradición signifique algo positivo y relevante para los que la practican.


Bibliografía:

IRVINE, William B.

A Guide to the Good Life: The Ancient Art of Stoic Joy. Nueva York: Oxford University Press, 2009.

MACINTYRE, Alasdair

Tras la virtud. Barcelona: Crítica, 1988.

MARCO AURELIO

Meditaciones. Traducción de Ramón Bach Pellicer. Madrid:Editorial Gredos, 1977.

Matar robots como un crimen en contra de… la humanidad

Antes de que este blog se tornara insoportablemente kantiano, solía hablar de comics, de literatura, de cine, de música, etc.

Nunca es muy tarde para retornar a las raíces (mentira, este post es en realidad de ética kantiana aplicada), así que les presento un dilema ético extraído de la excelente serie de televisión Battlestar Galactica (la nueva versión), en la que la humanidad, tras haber sido prácticamente aniquilada por una raza de robots creada por ellos mismos, al punto de quedar apenas 41 mil sobrevivientes (de miles de millones), tiene la oportunidad de eliminar completamente a dicha raza enemiga con un arma biológica.

Cast principal de Battlestar Galactica.

El problema, sin embargo, es que se ha hecho evidente que algunos especímenes de la raza robótica (que por cierto se llaman Cylons) han empezado a mostrar libre albedrío, y la capacidad de actuar moralmente de forma genuina; esto no quita que en su conjunto sigan siendo una amenaza.

El diálogo que mostraré a continuación es la argumentación de un oficial que se opone a la extrema medida de eliminar a los Cylons, que está siendo seriamente considerada por la Presidente. Pongo tanto mi traducción, como el inglés original.

¿Genocidio? Así que, ¿eso es lo que hacemos ahora?

(Genocide? So, that’s what we’re about now?)

[…]

Puedes racionalizarlo tanto como quieras. Si hacemos esto, si aniquilamos su raza, entonces no somos distintos a ellos.

(You can rationalise it any way you want. We do this, we wipe out their race, then we’re no different than they are.)

[…]

Estoy hablando del bien y del mal. Estoy hablando de perder una parte de nuestras almas.

(I’m talking about right and wrong. I’m talking about losing a piece of our souls.)

[…]

¿Cómo saber si es que no hay otros como ella [una Cylon con libre albedrío]? Ella tomó una decisión. Es una persona. Son una raza de personas. Aniquilarlos con un arma biológica es un crimen en contra de… es un crimen en contra de la humanidad.

(How do we know there aren’t others like her? She made a choice. She’s a person. They’re a race of people. Wiping them out with a biological weapon is a crime against… is a crime against humanity.)[1]

Cualquier parecido con conceptos kantianos es pura coincidencia (¿o no?). Claramente se nota que hay un valor que está en juego que no puede ser otorgado con exclusividad a los seres humanos (por más que solamos llamarlo humanidad), sino a la racionalidad que va inseparablemente ligada al libre albedrío.

Si le otorgamos un valor absoluto a esta característica, y por lo tanto dignidad, nada puede justificar el genocidio de una raza que posee especímenes con esta capacidad, o al menos por ahí va la cuestión.

Le doy mi recomendación más alta esta serie (que consta básicamente de cuatro temporadas), y que corrobora que la ciencia ficción es uno de los terrenos más ricos para discutir moralmente sobre el futuro de nuestra especie y nuestros valores.

También pueden revisar esta review del capítulo, en inglés.


[1] El capítulo en cuestión es el séptimo de la tercera temporada, y la conversación se da alrededor del minuto 22.