En el marco de su apoyo a la candidatura de Eugene MacCarthy a la presidencia de los Estados Unidos en 1968, Erich Fromm plantea una serie de condiciones para superar mediante un activismo humanista el actual sistema industrial burocrático y su carácter alienante y potencialmente devastador para la vida en nuestro planeta. De lo que se trata es de encontrar una alternativa real, un industrialismo humanista, «lo cual quiere decir, no expropiación de la propiedad, sino regulación de su administración, orientada por los principios del óptimo valor para el desarrollo del hombre» (2007: 75).
Y sin embargo, la realidad no cambia con el pensamiento ni con las propuestas a nivel académico, lo que lleva a Fromm a plantearse seriamente el problema de cómo realizar este cambio más allá de pensar una revolución y una toma del poder por la fuerza.
La realidad es que ni siquiera los mejores ideales y programas ejercen por sí mismos una influencia duradera sobre el hombre, a menos que se le ofrezca una oportunidad de actuar, de participar y compartir ideas y propósitos con otros. (2007: 78)
De este modo, Fromm plantea la necesidad de que quienes crean seriamente en la alternativa humanista[1] se organicen en grupos para que puedan poner en práctica, aquí y ahora esos ideales, sirviendo así de base a un movimiento mucho mayor.
Fromm llega incluso a describir algunas de las características de estos grupos de humanistas activos (o puesto de forma mucho más elegante, de este activismo humanista, que debe, por definición, darse de manera grupal y no individual).
Así, los miembros deberán abstenerse de satisfacer sus deseos de aparatos innecesarios y enajenantes, contribuir con el diez por ciento de sus ingresos para fines que sean beneficiosos al movimiento, crear y participar de una nueva forma de vida, dotada de franqueza, veracidad y realismo, y dedicar buena parte de su tiempo a la propagación activa de los objetivos del movimiento, siempre mostrando objetividad y falta de fanatismo, pero con valor y firmeza (2007: 81). Estos grupos no contarán con más de 100 miembros cada uno, carecerán de una autoridad central, sus miembros profesarán distintas confesiones religiosas y políticas, y simplemente se guiarán por una idea común, discutiendo acerca del mejor camino para llegar a la meta (2007: 80). Pero también, será importante que se manejen un mínimo de símbolos y ritos comunes, como periodos de silencio y meditación común, a la vez que dedican sus vidas a practicar la solidaridad y a superar el fanatismo y el egoísmo (2007: 81).
Mantengo mi escepticismo acerca de la propuesta de Fromm, acerca de la viabilidad de sostener estos grupos y generar un cambio duradero en un sistema tan fuerte y agresivo como es el capitalismo industrial. Pero rescato el planteamiento central: no podemos esperar un cambio político sin una organización masiva y un cambio en el modo pensar de miles, quizá millones de personas.
Ver también:
Un diálogo sobre humanismo, marxismo y contradicciones utópicas
Narcisismo (o sobre la técnica, el método científico y la deformación de la realidad objetiva)
[1] El término humanismo se entiende en sentido amplio, y podría llamarse también socialismo, comunismo, un estado verdaderamente liberal y justo, etc., dependiendo de lo que tenga en mente la persona que plantee seriamente la alternativa de un mundo mejor.
Bibliografía:
FROMM, Erich
El humanismo como utopía real: La fe en el hombre. Barcelona: Paidós, 2007.