Mes: abril 2010

¿En qué consiste la buena voluntad?

Uno de los conceptos más conocidos de la ética kantiana es el de la buena voluntad. Sin embargo, su importancia dentro de la teoría ética de Kant es bastante limitada, por más que se suela resaltar desmesuradamente por algunos intérpretes y tutores.

En todo caso, nunca está de más entender propiamente en qué consiste esta figura, y, por supuesto, Allen W. Wood nos brinda una definición clara y distinta. Observemos.

Voluntad es para Kant la razón práctica — esto es, la facultad de los principios que reconocen leyes, adoptan máximas, y derivan acciones de ellas (Ak 4:412). Una buena voluntad, entonces, es aquella facultad cuando adopta buenos principios y se propone actuar acordemente. Puede hacerlo cuando necesita constreñirse en orden de realizar la acción, pero también cuando no sea necesario, porque sus buenos principios están en una contingente armonía con las inclinaciones (deseos empíricos y no-morales). Una buena voluntad debe distinguirse de lo que Kant luego llamará una «voluntad absolutamente buena», cuyo principio es el imperativo categórico o la ley moral misma (Ak 4:437-9, 444)[1].

Una buena voluntad, como habremos notado, no actúa necesariamente por deber, concepto que Kant introduce para mostrar, por contraste, en qué consiste lo propiamente moral de las acciones buenas (Ak 4:397).


[1] Allen W. Wood, Kantian Ethics (New York: Cambridge University Press, 2008). La imperfecta traducción es mía, y pertenece a la página 32.

Hoy Immanuel Kant cumpliría 286 años

¿Qué nos respondería Kant hoy, si estuviese vivo, a muchas de las preguntas sobre sus obras que inevitablemente le haríamos? La respuesta, cortesía de Allen W. Wood (uno de los más grandes eruditos en filosofía kantiana):

A veces algunos alumnos me preguntan qué diría Kant, si estuviese vivo hoy, sobre algunas preguntas filosóficas que surgen de sus obras. Cuando sucede, siempre les señalo que Kant se volvió senil varios años antes de su muerte en 1804. Por lo que si por algún morboso milagro de la ciencia médica hubiese sido mantenido con vida hasta hoy, entonces tendríamos suerte si recibimos aunque sea un babeo en respuesta a nuestras preguntas[1].

De otra forma, no obstante, la vigencia de Kant se mantiene hoy en día, quizás más fuerte que nunca desde que nos dejó.

Los dejo con este retrato.

Y ahí lo tienen.


[1] Allen W. Wood, Unsettling Obligations: Essays on Reason, Reality and the Ethics of Belief (Stanford: CSLI Publications, 2002). La imperfecta traducción es mía, y corresponde a la páginas 234 y 235.

Sobre el principio malo

Desde que abrí este blog, siempre pensé en que cuente con una sección de notas, sobre temas o citas para uso futuro. Ya habiendo usado la respectiva etiqueta para dos posts sobre el mismo tema (el mal radical), no está de más añadir uno más.

Aristóteles.

Quiero señalar—únicamente—una parte de la Ética nicomáquea que es perfecta para usarla como cita introductoria para un futuro trabajo sobre el mal radical en la ética kantiana.

[…]quizá, también en el alma debemos considerar no menos la existencia de algo contrario a la razón, que se le opone y resiste[1].

Precisa.


[1] Aristóteles, Ética nicomáquea y Ética eudemia (Madrid: Editorial Gredos, 1985). La cita corresponde a la página 156 [1102b 23–25].

Music Philosophy

Llegué a la página Music Philosophy via el siguiente post de un blog al que a su vez llegué mediante Facebook. Se trata de un proyecto del artista británico Mico Toledo en el que crea una suerte de posters con versos de canciones que expresan cierta filosofía. Luego procede a venderlos en forma de polos y fondos de iPhone.

Mi favorita es:

Les recomiendo que entren al sitio para que vean el resto.

El zoon politikon… hoy

He adquirido hoy el libro de César Millán, El encantador de perros. A lo mejor conocen al autor, pues tiene un programa en Discovery Channel (¿o es Animal Planet?). En todo caso, leyendo la introducción, me encontré con una parte que me pareció interesante resaltar, pues es una suerte de repetición de la famosa frase aristotélica.

Observen.

César Millán y un buen perro.

Creo que casi todos los perros nacen con un equilibrio perfecto, en armonía con ellos mismos y con la naturaleza. Sólo cuando viven con seres humanos desarrollan esos problemas de comportamiento que yo llamo «cuestiones». Y hablando de cuestiones, ¿quién de nosotros no tiene unas cuantas? Después de aplicar mis técnicas puede que incluso usted empiece a comprenderse mejor. Observará su propia conducta con una luz diferente y puede que encuentre alterando las formas con las que interactúa con sus hijos, su pareja o su jefe. ¡Después de todo los seres humanos también somos animales grupales![1]

Iba a compararlo también con la idea kantiana de insociable sociabilidad, pero eso será tema—¿por qué no?—de un futuro post.


[1] César Millán con Melissa Jo Peltier, El encantador de perros (Lima: Santillana, 2009). La cita corresponde a las páginas 24 y 25. El título original—y muy superior—en inglés es Cesar’s Way.

Immanuel Kant, jugador de billar

Muchas cosas se dicen acerca de la persona de Immanuel Kant, la mayoría de ellas medias verdades o flagrantemente falsas, y en conjunto contribuyen a formar una imagen distorsionada, caricaturesca y manifiestamente ofensiva del filósofo de Königsberg.

Ya en un post anterior, puse mi grano de arena para contribuir a la tarea de armar una semblanza más coherente y verdadera de la personalidad del autor de la Crítica de la razón pura, y vuelvo a hacer lo mismo en este post, en el que señalo la fuente de la—no tan—difundida habilidad del joven Kant para los juegos de mesa, con ilustración incluida. Veamos.

El relato de Heilsberg sugiere que, aparte de sus clases privadas, Kant también pudo hacer algo de dinero con el billar y las cartas:

Su única recreación era jugar billar, juego en el que Wlömer y yo eramos sus compañeros habituales. Habíamos perfeccionado casi completamente nuestro juego, y rara vez volvíamos a casa sin algunas ganancias. Pagué mi profesor de francés enteramente con estos ingresos. Como consecuencia, la gente se rehusaba a jugar con nosotros, por lo que tuvimos que abandonar esta fuente de ingresos, y elegimos jugar L’Hombre en vez, que Kant jugaba bien. [Reicke 1860, 49; rpt. Malter 1990, 19]

La fuente la encuentran aquí, junto con muchos otros datos de su juventud. La traducción es mía.