En las últimas semanas me he topado con una pregunta importante sobre la filosofía de Immanuel Kant, que atraviesa todo el resto de mis «investigaciones».
Todo surgió en una conversación que tuve con mi amigo y colega Omar Valencia, acerca de la naturaleza —nada menos que— de la razón (Vernunft). Por un lado está la percepción actual del carácter monádico[1] de la razón moderna (donde se incluye tanto a Descartes como a Kant), que autores contemporáneos pretenden corregir.
Sin embargo, siguiendo interpretaciones recientes, más holísticas del pensamiento de Kant[2], la razón ilustrada (y en esto podemos diferenciar a Descartes de Kant) debe su existencia no a una capacidad innata, sino al desarrollo histórico y social de la especie humana (por supuesto esto requiere de cierta predisposición innata en el hombre para poder desarrollar dicha racionalidad).
Caricatura sobre la —falta de— libertad de pensamiento.
En la misma Crítica de la razón pura, Kant afirma que la misma existencia de la razón depende de la capacidad de comunicación de ciudadanos libres (ver la cita que se encuentra en lo más elevado de la columna derecha de este blog). Sin embargo, para que no se nos acuse de coger citas aisladas, fuera de contexto, y tratar de leer lo que queramos, colocaré otra cita, de un escrito más de divulgación, escrito en 1786 (un año después de la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, y un año antes de la segunda edición de la primera Crítica), titulado «¿Qué significa orientarse en el pensamiento?», en el que Kant busca responder desde ya a los atacantes de su preciada razón ilustrada.
¡Hombres de capacidades espirituales y de amplias convicciones! Admiro vuestros talentos y amo vuestro sentimiento humano. Pero ¿habéis reflexionado también en lo que hacéis y en lo que pretendéis con vuestros ataques a la razón? Sin duda queréis que la libertad de pensamiento se mantenga invulnerable; pues, sin ella, pronto tendrían un final incluso vuestros ímpetus de genio. Veamos lo que de modo natural resultaría de esta libertad de pensamiento, si un proceder semejante al que habéis iniciado llegara a ser excesivo.
A la libertad de pensamiento se contrapone en primer lugar la coacción civil. Se dice, desde luego, que un poder superior puede quitarnos la libertad de hablar o de escribir, pero no la libertad de pensamiento. Sin embargo, ¡cuánto y con qué licitud pensaríamos si no pensáramos, en cierto modo, en comunidad con otros, a los que comunicar nuestros pensamientos y ellos a nosotros los suyos! Puede decirse, por tanto, que aquel poder exterior que arrebata a los hombres la libertad de comunicar públicamente sus pensamientos, les quita también la libertad de pensamiento: la única joya que aún nos queda junto a todas las demás cargas civiles y sólo mediante la cual puede procurarse aún remedio contra todos los males de este estado[3].
La respuesta de Kant apunta a lo fundamental de la razón en tanto él la concibe, y resulta verdaderamente revelador que apunte sobre todo a la libertad de la comunicación efectiva de nuestros pensamientos ¡como condiciones necesarias del pensamiento mismo!
Mi tesis es que la razón para Kant, es decir, para el pensamiento ilustrado, en términos contemporáneos, es una propiedad relacional del ser humano, cosa que, sin embargo, no nos impide en lo absoluto tratar sus características presentes en cada individuo de forma monádica.
Pero entonces, ¿dónde se encuentra esta razón? ¿Acaso podemos encontrarla empíricamente? Obviamente no (al menos no por el momento), pero la aceptación de esa limitación no tendría por qué impedir la elaboración de una filosofía en torno a este curioso fenómeno, tratando siempre de controlarlo y ponerle límites, de modo que no termine por auto-destruirse. Tal proyecto filosófico ya existe (o existió), y se llama filosofía crítica o el pensamiento de la Ilustración.
Lecturas contemporáneas como las de Hans-Georg Gadamer o Jürgen Habermas, que pretender corregir al pensamiento ilustrado añadiendo la importancia del lenguaje o de la comunicación, se equivocan grotescamente al fallar en notar las mismas bases donde se construye dicha filosofía, asunto que era perfectamente claro para sus principales exponentes.
Para otra entrada en la que se muestra cómo incluso la moralidad para Kant se funda de forma relacional, entren acá.
[1] Siguiendo —a grandes rasgos— la terminología que estamos usando en el seminario de Maestría dictado este ciclo por Pablo Quintanilla, entiendo por una propiedad monádica una característica que un objeto tiene por sí mismo; a este se le contrapone una propiedad relacional, que sólo se posee en relación a otros objetos.
[2] Ver, por ejemplo, el capítulo 1 de: Allen W. Wood, Kantian Ethics (New York: Cambridge University Press, 2008).
Para un examen más profundo del mismo autor, ver el capítulo 9.3 de: Allen W. Wood, Kant’s Ethical Thought (New York: Cambridge University Press, 1999).
[3] Immanuel Kant, En defensa de la Ilustración (Barcelona: Alba Editorial, 1999). La cita corresponde a la página 179.